PRECARIZACION LABORAL

Al ver el panorama que nos enfrentamos a diario las trabajadoras, se siente la distancia que hemos tomado de aquellas épocas en que trabajar significaba estabilidad, paga justa y ambientes laborales sin acoso. Aunque no debemos ni queremos endiosar el trabajo de hace algunas décadas, que a pesar de lo bueno los patrones no dejaban de quedarse con la ganancia que generábamos, si se siente necesario reflexionar sobre como han empeorado las condiciones. Los que entramos al mercado laboral en el siglo XXI no notamos la diferencia, por que al final estas condiciones han sido todo lo que hemos conocido, pero aquellos que ya tenían trabajo antes de los noventas bien podrán recordar que la década que siguió a la constitución significó un cambio radical en el ambiente laboral. Con las luchas a lo largo del siglo XX se habían logrado una jornada de ocho horas, primas legales que compensaban en parte nuestro esfuerzo, contratación cuando no indefinida si mayor a un año, seguridad social costeada por los empleadores, inclusive en algunos espacios se logro ganar guarderías para nuestros hijos, restaurantes para las trabajadoras y ayudas en caso de muerte de algunos de y familiares. Al ver como nos contratan hoy todo esto parece un país europeo, pero no, no era Dinamarca, eran cosas que habíamos logrado aquí en Cundinamarca, en la costa, en el Cauca… pero: ¿que paso entonces?. Cuando uno mira los anteriores veinte años puede observar que por lo menos han sido dos variables importantes las que entre muchas han dejado como resultado esto; Primero las reformas llamadas neoliberales del gobierno Gaviria y su posterior implementación y empeoramiento por los siguientes presidentes; Lo segundo el conflicto armado, que cobró la vida de muchos de los líderes sindicales que intentaron responder a esa flexibilación con la lucha sindical. A propósito de Gaviria deberíamos recordar que quiso hacer de nuestro país una copia de Estados Unidos, y en cierto sentido lo logró: Así como en el norte, acá hemos perdido lo que nuestros abuelos habían ganado con sangre, nos ha tocado gastar mas horas diarias para comprar menos de la mitad de lo que ellos disfrutaban comparativamente. Y lo último ha sido una de las tragedias mas impresionantes que ha sufrido cualquier territorio que se crea democrático: Tener por décadas el récord máximo del país con mayor asesinato a líderes sindicales. Muchas podrían ser las razones para haber soportado ese cambio, pero pocas las que nos quedan para no hacer nada para transformarlo. Hoy estamos viviendo un momento en el que el país tiene algunas de las empresas en que se ganan más riqueza anualmente, y consorcios nacionales como internacionales llevan meses reportando ingresos gigantes. ¿Por que si los patrones ganan más, nosotros y nosotras no podemos recibir mejores condiciones de trabajo?. Uno se pregunta esto cuando ve que los directivos de las empresas en que trabajamos reciben regalos, viajes pagos, vacaciones patrocinadas y se les provee de los mejores hospitales cuando se enferman, sus hijos van a colegios caros y ellos pasean los domingos entre tiendas de ropa en los centros comerciales de moda. Uno se lo pregunta esperando entenderlo, pero tal y como nos pasa con las leyes que defienden que se nos trate mal en nuestros lugares de trabajo son cosas que no entendemos. Y no es que nos haga falta conocimiento, o que no hayamos estudiado para comprender sus razones, lo que sucede es que para nosotros no tiene sentido lo que hacen quienes legislan las leyes y las motivaciones de nuestros patrones para incentivar estos cambios, no concuerda con lo que entendemos como lógico, que no es más que aquello que resulta comprensible para los seres humanos. No la lógica de la ganancia, ni la de los resultados empresariales, esa no la queremos ni aceptamos, sino la lógica de ser humano, la del sentido común que nos dice que primero están la vida que las ganancias, y que nosotros merecemos más de lo que actualmente recibimos, inclusive mucho más de lo que en los mejores sueños esperamos. Sabemos que esto no lo lograremos conseguir sin organización y lucha, desde abajo y sin jerarquías sindicales. Sabemos también que lo que han destruido fusiles y reformas laborales no lo lograremos recuperar de un momento para otro, y que este camino de lucha por lo que merecemos es largo y requiere paciencia, valentía y solidaridad. Solo reconociéndonos como iguales con quienes compartimos nuestros puestos de trabajo, proponiéndonos de nuevo luchar por lo que nos corresponde, aprendiendo de nuestros errores del pasado, solo con la tenacidad para seguir el camino de exigir lo mínimo que nos merecemos y ganarnos sin pedir permisos el mundo que anhelamos. Es hora de volver a pensar que trabajar solo seis horas es posible, que un salario mínimo de un millón de pesos para todos es lo justo, de soñar en contratos a término indefinido, de recuperar restaurantes, guarderías y demás garantías de bienestar para nosotros. No es un sueño lo que pedimos, es una realidad que aun espera a nosotros para ganarla. De nuestra organización y acción directa depende que esta larga noche llena de pesadillas termine, el nuevo sol de la esperanza llegará a aquellos que estén dispuestos a empezar desde ahora a luchar por sus derechos, teniendo claro que no solo queremos tener mejores condiciones de trabajo, lo que al final queremos es tener una vida digna sin dominados ni dominadores, sin condiciones de explotación alguna y con una sociedad basada en la autonomía, el apoyo mutuo y la libertad, la sociedad anarquista por venir.

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