El contrabando como estrategia de evitación de los impuestos.

En una anterior ocasión se habló sobre la objeción fiscal como un accionar anarquista que busca evitar al estado como monopolizador de los presupuestos colectivos. Pero siendo conscientes de la limitación de lo dicho, se entendió que solo se hablaba de que esta estrategia era posible aplicar a aquellos impuestos que la población debía autónomamente realizar, es decir los conocidos como los impuestos directos. Pero lo que se dejaba pasar por la atención era que aquellos conocidos como indirectos afectan tanto o más nuestro bolsillo, extraídos de forma más descarada y silenciosa. Siendo más claros, los directos son todos aquellos que llenamos en formularios que entregamos a los entes de recolección tributaria, pero los indirectos no tienen que pasar por esta larga fila (que hacemos), sino son cobrados incluyéndose en el valor de los productos.

Y qué tipo de productos son los que llevan ese impuesto? Eso depende de lo cínico que sea el gobierno de turno, pero básicamente casi cualquier cosa tiene, en este momento por lo menos, un impuesto de valor agregado mejor conocido como IVA. Si claro, varios de los gobiernos populistas decidieron limpiar su conciencia dejando algunos productos de la canasta familiar por fuera de esta tasa, pero ¿acaso no nos damos cuenta la gran cantidad que no están exentos? Pero bueno, esto no es todo. El mismo momento antes de comprar está marcado por un impuesto: el impuesto sobre los salarios; ¿has visto cuanto te descuentan de tu nómina mes a mes? Estos y demás impuestos, cuyos nombres solo entienden expertos contadores, son precisamente los que nos quitan sin siquiera preguntar y que están técnicamente por fuera de nuestra posibilidad de evasión.

Las consecuencias prácticas de estos impuestos aritméticamente es irónica, porque estamos pagando el valor real producido por los trabajadores, mas, la ganancia extra –robada- que se quedan los patrones de esos trabajadores, y una ganancia nueva que es la que se queda el estado; así que el producto incrementa su valor no solo exponencialmente sino de él logran vivir además del trabajador, que es su real creador, patrones y burócratas parásitamente. A pesar de que solo creamos que esto pasa con los bienes, también pasa con varios de los servicios, o acaso nuestro tiempo invertido cuando trabajamos en un café internet es reconocido con el mísero sueldo que obtenemos, mientras el dueño por rascarse la barriga llega todas las noches a recoger el resto de la ganancia? Bueno pero no solo él se la rasca: también presidentes, senadores y burócratas de todos los niveles viven a costa de tu trabajo (tu trabajo? Acaso te queda algo?).

Más irritante es la deducción que nos hacen en el mismo sueldo cuando, por que el gobierno lo dijo así, el 5, 10 y hasta el más por ciento lo restan de tu cheque mucho antes de cobrarlo. Y nosotros esperando salud y educación, pero lo único que llega es clientelismo y corrupción. Y aun podríamos seguir contando lo que nos deducen cuando utilizamos el transporte público, y sus famosos impuestos al combustible, o cuando pagamos la entrada a alguna diversión. Todas y cada una de esas veces nos están exprimiendo el bolsillo, y nosotros allí, sin hacer nada.

Basta ya, si con los impuestos directos podemos, los indirectos no nos pueden ganar. Ante nada, tenemos que seguir desmitificándolos. Esos impuestos no son naturales, ni mucho menos necesarios, solo son la base material con la que se alimenta el estado para controlarnos. Además, a pesar de lo que nos digan, nunca podrán ser ni la única ni la mejor forma de realizar las obras y ocupaciones comunes, para eso tenemos la autogestión, el apoyo mutuo y la horizontalidad, y aunque parezca nuevamente retorica de anarquistas románticos del siglo pasado, lo real es que hoy más que nunca podemos hacer realidad estos valores.

Acabar con la tributación indirecta puede hacerse tratando directamente con los productores de lo que consumimos, yendo a buscarles antes que sean supermercados o multinacionales los acaparadores de sus productos, generando redes entre grupos de consumo y trabajadores de forma horizontal, no mediadas por los especuladores, que permitan en la relación establecer un dialogo mas allá del que pueden operar las “leyes del mercado”. Inicialmente se puede hacer con pequeños productores, y paulatinamente ir buscando más. Aunque no hay que mentirnos, si no buscamos como trabajadores adueñarnos de las fábricas, ese poder de intercambio siempre será defendido con la clase del patrón.
Aun así, esta posibilidad es una inmensa forma de hacer ver con los productores que darle plata al gobierno es innecesario, y que así como no deben quitárnosla, tampoco debemos dejársela tan fácil para recaudar. Proponer una evitación del impuesto no es tan irreal. La asociación entre los consumidores y los productores es la salida.

Pero hay algo mejor: una práctica ciertamente efectiva que también han satanizado, pero que ahora podemos hacer de ella una posibilidad ética y política: Según la real academia de la lengua española su definición es: Comercio o producción de géneros prohibidos por las leyes a los particulares, y la palabra no podría ser otra: Contrabando. Éste es precisamente la posibilidad de infringirle daño al estado reduciendo la tributación, manteniendo el consumo sin impuesto. Si bien el contrabando es normalmente la introducción ilegal de mercancías desde el exterior, lo cual no debe darnos pena comprar, también lo es hacerle trampa a los bandos del gobiernos, ir en contra de las leyes, hacer y promover Contra–Bandos.

El contrabando es la vía de producir e intercambiar sin que en el medio se materialice la tributación, y esto se puede hacer poniéndose de acuerdo con los productores, pero también promoviendo empresas autogestionarias que vendan directamente sin intermediarios. Otra alternativa es incitar a la informalidad en las empresas, eso si no con la contratación, sino con el registro ante el estado. Si no existe el registro ante el estado, tampoco debería haber tributación y esto permitiría que los precios bajaran progresivamente. El contrabando no solo es una forma de lucha contra el capital, es una enseñanza para generar relación social que no esté mediada por una ley escrita sino por el acuerdo entre los interesados. Es abrir sendas de consensos respetuosos entre consumidores y productores, tan respetuosos que permitan los disensos. Es crear mercado sin aduanas, sin restricciones de acceso más que la necesidad y capacidad de todos.

Crear un mundo sin impuestos es posible, y es tan fácil como empezar a conspirarlo con nuestros iguales.

1 comentario:

Víctor L. dijo...

Interesante propuesta.

Samuel L. Konkin desarrolló esa estrategia en el Manifiesto neolibertario. Los agoristas lo llaman "contraeconomía":

http://es.wikipedia.org/wiki/Contraeconom%C3%ADa

Anarcol, Portal Anarquista Colombiano

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