A continuación algunas de las lineas en las que actualmente me ocupo a proposito de las clases populares en la regeneración, el periodo comprendido entre 1885-1910 en la historia de Colombia.
Actores subalternos, protagonistas de las bambalinas.
La historia de los estados y de las naciones es una historia privada de las élites, de sus proyectos de ordenamiento sobre un territorio, de la serie de dispositivos imaginarios, algunas veces ideológicos y otras tantas más simples actos irracionales de fe, en fin, de los distintos mecanismos tanto de coerción como de construcción de consensos que le han permitido sucesivamente garantizar su postura para si y para sus descendientes. Esa élite, no siempre homogénea ni mucho menos compacta, ha sido la mas preocupada por jalonar el proceso de consolidación del estado, y de garantizar los imaginarios de nación por que precisamente tanto este dispositivo burocrático como esta identidad funcionan como medios para proyectar sus propios intereses privados convirtiéndolos en intereses públicos y lograr movilizar los recursos materiales así como los cuerpos y las mentes de hombres y mujeres que pueden servirles para lograr sus objetivos. No siempre debieron utilizar al estado para ello, pero cuando lo hicieron lograron impregnar en el, como una prioridad, sus propias necesidades.
Resulta que tales hombres y mujeres, que no hacían parte de la élite por su herencia o por su suerte,
al mismo tiempo que participaban de ese espacio publico producido por la administración política como victimas de sus políticas, o como usuarios -que trataban también de lograr solucionar sus propias necesidades-, participaban de otros diferentes espacios e imaginarios que no necesariamente confluían con las ofertas o restricciones estatales.
Estos sujetos excluidos en la práctica de una sociedad que intenta ser monopolizada por el consenso impuesto, autoritario por su misma esencia, pueden ser seguidos en sus prácticas y discursos en esos puntos de encuentro o no con el estado, atendiendo a los distintos niveles de segregación que hace de ellos actores subalternos. Es precisamente aquello lo que permite en el periodo seguir las huellas dejadas por los habitantes cuya voz era usualmente ignorada, y ya que esta es efímera y esporádica, ir construyendo hilos sueltos que den señas de el espíritu de la época en la que vivían, aunque en bambalinas, solucionando como podían sus necesidades, esperanzas, deseos y demás, desde el lugar que mejor conocían, el mundo del día a día.
Es necesario prever una cosa; así como la élite no es homogénea los subalternos son tan diversos, y hasta en ocasiones contradictorios, que no se les puede tratar como una fuerza social coherente, y por supuesto menos compacta. Entre ellos hay conflictos también de intereses, y válvulas de escape que utilizaban algunos para aprovechar espacios de dominación a su favor, incluso si su practica de dominación especifica les significaba sumisión a un poder mas grande (cabria pensar en los distintos roles de un indígena si es gobernante o no, de una mujer que tiene acceso a recursos económicos de las que no, etc.). Aun así podemos identificarle por que a diferencia de las élites, son mayores las restricciones a las posibilidades que el juego social les permite, normalmente por que la oferta de opciones es monopolizada por los mas poderosos.
En este sentido, y para entender esta relación es necesario ver no solo la composición de los grupos sociales, sino las especificidades que recubren a los habitantes del territorio nombrado como Colombia en aquella época. Para finales del siglo en cuestión la ocupación del territorio estaba dominada por la distribución de la población más que todo en las zonas rurales. Aun así habían núcleos de congregación urbana que, aunque menos densos, tenían ya elaborados niveles de socialización, y complejos juegos de relación entre distintos individuos tanto como grupos sociales.
La vida en el campo andino estaba compuesto por dinámicas subalternas que aunque económicamente pueden definirse como campesinas, la marca de su segregación, el tipo de territorio ocupado o las tradiciones ancestrales, hacen que sea distintos los grupos sociales que habitaban. Campesinos primero eran los que nacieron y crecieron en tierras que cultivaron, algunas veces dependiendo de hacendatarios locales, o tratando de auto-sostenerse con su pequeña economía nunca aunque a pesar de ello nunca estaba totalmente alejado de las relaciones del resto de la sociedad.. Pero campesino también eran aquellos que decidieron colonizar distintas partes del territorio aprovechando la liquidación de terrenos baldíos y hasta de algunos bienes desamortizados.
En el campo también habitaban comunidades afrodescendientes e indígenas, y tanto unos como otras tenían la marca de la dominación ya pasada de época -rezago aun de la segregación racial colonial- pero que sin nombrarlo se mantenía en el ambiente que los trataba como sujetos indeseables.
En la ciudad, hacían parte de los grupos subalternos tanto aquellos que por su ubicación laboral habían durante años mantenido su condición de pequeños artesanos, así como quienes sobre el territorio padecieron de la creciente segregación espacial propia de las élites que desean diseñar una urbe exclusivamente para sus necesidades. Las urbes habían sido desde sus inicios espacios de control y de expresión de su poderío, pero también habían sido el escenario sobre el cual esculpieron las grandes mayorías los caminos no rectos, casas de bareque y silencios no cómplices sino prudentes.
Pero la marca de la exclusión no solo se muestra por realidades regionales o económicas. Atraviesa la sociedad, la dominación por parte de imaginarios patriarcales, que desde el machismo impulsa el ignorar las capacidades de mujeres (y niños) dejando su papel no solo secundario sino apéndice de el hombre.
Debe tenerse cuidado con definir a los subalternos como sujetos únicamente de exclusión por que esto inhibe al lector a confiar en la capacidad creadora y propositiva que asumieron estos. Por eso es igual de importante en esta investigación lograr reconocer las características que hacen de los subalternos sujetos de acción social, creadores de universos de sentido y hasta competidores en momentos de las disputas frente a la definición de ciertas determinaciones sociales. Es por ello que a veces se puede leer a las subalternas en las claves de las élites, ya que ellas por conveniencia confusión o presión deciden asumir tales roles y categorías, pero habrá que esperar a su vez propios tiempos y definiciones que atiendan a sus racionalidades. No hay que esperar que subalternos estén siempre en función de la política estatal o de los diferentes partidos políticos, pero tampoco se puede negar que muchos de ellos participaron gustosos en los bandos de guerra y en los partidos políticos.
El objetivo por lo tanto de esta investigación es identificar diferentes acciones de actores identificados como subalternos en el periodo para darles explicaciones parciales de acuerdo con lo vivido en el periodo. Es por lo tanto establecer algunas características de la forma como estos se relacionan tanto entre ellos mismos como con los otros actores sociales, en especial parte de la élite. Ya que se advierte la limitación del archivo estatal no sólo en la intermediación sino en el mismo hecho de que la colección se hizo de acuerdo a las necesidades de las diferentes entidades y no de la gente, no es posible esperar encontrar sino algunas particulares actuaciones que tuvieron que atravesar la discusión, ejecución o planeación estatal.
La hipótesis es simple pero no por ello falta de importancia: el mundo de lo subalterno tiene una vida múltiple y diversa que no solo esta definida por las relaciones de exclusión con las élites, sino también por los propios deseos y necesidades encaradas en diferentes estrategias que hacían de lo cotidiano, lo local y lo intimo el mundo político de la subalternidad.
Ya que el periodo es extenso, pero además las técnicas de consecución de información están restringidas a la información resguardada en archivos estatales (de los que no se hace ni siquiera un barrido completo), no se buscara hacer ni tendencias históricas ni identificar estructuras de procesos, en cambio se buscara identificar algunos acontecimientos que para el analista resultan particulares y posiblemente relevantes, hacer de ellos la posible descripción del caso e ir tejiendo algunas posibles explicaciones a estos fenómenos. Por no buscar ni causalismos ni teleologismos se afirmara la metodología genealógica para mirar lo importante entre la diversidad, independiente de su lugar en el espíritu de los tiempos.
La pertinente revisión historiográfica permitirá complementar los análisis así como comparar con las perspectivas de interpretación de los diferentes autores que se han encargado del fenómeno en la época, sin que su guía resulte ser una camisa de fuerza para explicar los acontecimientos relatados.
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