El crédito es una cortina de humo que desplaza a la solidaridad por el servicio.

Algunas propuestas frente a la crisis financiera mundial...

Un lugar común de la política económica contemporánea es dar al sistema financiero un papel mucho mas importante del que no solo social sino materialmente tiene; Por una parte confía en la función social que tiene el crédito para activar la economía cuando esta se encuentra en momentos de recesión, generando bajas en las tasas de intereses con el fin de promover la inversión productiva y por lo tanto el empleo. Por otro lado confía en la capacidad circulante de un ente que, a pesar de ser ilegal, genera emisión que la sociedad puede utilizar permitiendo el pequeño y mediano consumo con el dinero plástico.

Y hasta ahí nos hacen creer que todo esta bien; pero como muchxs lo sabemos, nada puede estar bien con la especulación financiera. Nunca podríamos confiar en un medio que, como este lo hace, profundiza las iniquidades sociales y desplaza una de las capacidades mas fuertes y eficaces de la humanidad: la solidaridad.

Desde el principio los bancos nacieron como una formula para amasar el dinero de aquellos que habían logrado acumular a partir de la expropiación de otros, aprovechando su buena familia o su propiedad para garantizar seguir expandiendo su riqueza. En un primer momento lo hacían a pequeña escala, en los grupos cercanos y locales, pero en la medida que fue consolidando la mentira del servicio, en la que nos hace creer que unos ahorran y ganan y otros piden prestado y también ganan, ese pequeño enano se convirtió en un gran pulpo que no solo controló los ahorros resultantes de la riqueza producida colectivamente sino que los puso a funcionar en lógicas especulativas que terminaron también monopolizando el acceso a la vivienda, la educación y hasta la comida.

En la medida que iba creciendo, también lo hacía con la misma rapidez su mentira, logrando naturalizar el hecho que solo algunos podían obtener el ponqué del dinero y desplazando la posibilidad de generar apoyos económicos en los que no existiera la mediación de una tasa de interés o de usura. Pero este es el momento de reflexionar: ¿es acaso la única forma de conseguir apoyo material la que nos ofrece la especulación?.

Parte de la respuesta a esta pregunta radica en cuestionar nuestra realidad social. No solo son dos grandes mentiras las que plantean los poderosos al extender la confianza en este sistema, sino detrás están realmente escondiéndose una realidad negada con molinos de viento: ¿donde esta la riqueza producida socialmente?. El aceptar el poder financiero es de plano aceptar que está riqueza solo debe estar en manos de los poderosos, de aquellos que controlan nuestra vida con la posesión de la gran propiedad privada, y aceptar esa realidad es rendirse a la posibilidad de una sociedad en que el valor de la acción humana no este necesariamente atada a las lógicas de explotación y sumisión que significa vivir en el mundo capitalista.

Lo interesante, es que siempre estamos a tiempo de demostrarnos lo contrario, ver la realidad de los hombres y mujeres que producimos día a día en los campos y ciudades, siendo nosotros a los que verdaderamente corresponde ese excedente que logramos con nuestro trabajo y que constituye la riqueza. La respuesta a las preguntas son para nosotros claras: La riqueza producida socialmente le pertenece a toda la sociedad, y la única forma de conseguir apoyo material no es mediante los bancos, es mediante la gestión colectiva de esa riqueza por medio de nuestra solidaridad.

En este plano de la interpretación es donde nos encontramos con la realidad de que la riqueza no es mala en si misma, sino cuando ella esta restringida para la mayoría. Plantear esta posibilidad es abrir el plano de la acumulación pero no egoísta; es abrir la posibilidad de la acumulación como un activo social que merecemos y que no solo es justo sino necesario utilizar. Palabras bonitas para el oyente incauto, pero que pueden ser una realidad si transformamos los valores que rigen a la sociedad donde, por ejemplo, podemos iniciar nuestra practica cotidiana deslegitimando a los bancos, dejándoles de dar nuestro dinero para su ganancia, empezando a generar redes de solidaridad efectiva en la que sea la necesidad y no el lucro los que rijan las relaciones de apoyo material entre los hombres.

Esta apuesta de ejercer la solidaridad como principio rector de la redistribución y de eliminación de la usura, es caminar de nuevo en las sendas de la asociación colectiva en la que la colectivización de nuestros excedentes permitan solucionar los malos momentos de algunos que caemos en desgracia. Y esto, compañeros, no es algo nuevo. Es volver a darle vida a las mutuales, a las cooperativas, a las sociedades de resistencia y a sindicatos. Es volver a creer que podemos ir construyendo el mundo nuevo aquí y ahora desde nuestras limitaciones y posibilidades.

Esto por lo menos abre una senda para abrir el camino a un momento donde se produzca mas para las necesidades y menos para los caudales, donde se trabaje mas desde las posibilidades que desde las obligaciones de sobrevivencia. Ya bien lo dijo Kropotkin cuando afirmó que “Fue la necesidad la que en un principio llevo al hombre a cazar, criar ganado, cultivar la tierra, hacer herramientas y luego a inventar maquinas. Es el estudio de las necesidades lo que debiera regir la producción. Y seria lógico comenzar por ahí y luego ver como ingeniarse para atender las necesidades por medio de la producción” . De acuerdo con esta esperanza debería regir el mandamiento de que a cada cual según sus necesidades y de cada cual según sus posibilidades.

Solo para hacernos cuestionar la realidad podríamos empezar por recordar el regalo; una de las posibilidades de pensar el compartir podría ser el virar del prestar por cobrar, al regalo social, es decir, el compartir la riqueza colectiva sin buscar contraprestaciones. Que no se crea con este juicio que se esta invitando a la vagancia o a la pereza, pero si se esta invitando a superar la sobreocupación y el estres productivo. En este momento la humanidad esta en la capacidad de aprovechar la tecnología para hacer que el hombre tenga mas tiempo para ocupar libremente, sea en oficios, artes, técnicas o letras. Y pudiendo todos trabajar menos, también podríamos todos ocuparnos mas. La socialización del trabajo desde la socializacion de la riqueza y la tecnología permitiría no solo acabar con el desempleo y el subempleo; abriría la posibilidad del trabajo dignificante para el hombre: el trabajo que permite decidir en que ocupar el tiempo. Regalo, solidaridad, socialización de la riqueza y apoyo mutuo: estrategias mas dignas que la especulación bancaria.

Volver a creer en la solidaridad como una forma de superar el banco es evitar la intermediación financiera con la acción directa solidaria. Es dar pasos hacia un mundo del placer productivo en que la libertad de hacer, complementada con la solidaridad de la practica, permitirán hacer al hombre lo que es su único objetivo sobre la tierra: vivir.

Basta ya de sobrevivir, acabemos con todos los bancos y con todo aquello que no nos permite aprovechar nuestra riqueza colectiva.

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