Reseña del libro Costumbres en Comun de Thompson.



Thompson E. P.; Costumbres en común; Crítica; 1995

El capitulo I, Introducción: costumbre y cultura, es el lugar donde el autor plantea que “la conciencia de la costumbre y los usos consuetudinarios eran especialmente fuertes en el siglo XVII: de hecho, algunas “costumbres” eran inventos recientes y, en realidad, constituían la reivindicación de nuevos derechos” (13). Esta costumbre diferente a la tradición "era un campo de cambio y de contienda, una palestra en la que intereses opuestos hacían reclamaciones contrarias" (18). Esta costumbre, que era el vestido de la retórica plebeya, no era independiente de las influencias externas ya que esta en constante comunicación con la cultura "patricia". Es enfático al plantear que otro de los rasgos que le generan un interés personal es "la prioridad que en ciertos campos se da a las sanciones, intercambios y motivaciones«no económicos» frente a las directas y monetarias"(24) Eje que será el centro de su discusión de la economía moral.

En el capitulo II, Patricios y plebeyos, va ir desglosando un poco de estas identidades diferentes que van constituyendo costumbres y culturas diferentes; Para esto pasara a hacer un examen de lo que denomina paternal de las relaciones sociales en Inglaterra en los siglos XVII y XVIII, planteando que el paternalismo no es la característica desde la cual pueda simplemente definirse la relación entre las clases; lo segundo son las implicaciones del dinero en la constitución de las protocolases, en especial en la constitución de las oligarquías y clases parasitarias. Seguido a esto señala la transformaron que esta operando en términos laborales en donde "la subordinación se esta transformando en negociación (si bien entre partes sumamente desiguales)" (52) y esto especialmente por el procesa de liberación de la mano de obra y su sucesiva venta. Para poder concluir la relación el autor plantea que "el análisis nos permite ver que el control de la clase domínate en el siglo XVIII se hallaba localizado principalmente en una hegemonía cultural y solo de forma secundaria en una expresión de poder económico o físico (militar). Decir que era cultural no equivale a decir que era inmaterial, demasiado frágil para analizarlo, insustancial. Definir el control en términos de hegemonía cultural no significa abandonar los intentos de analizarlo, sino prepararse para el análisis en los puntos en los cuales debería hacerse: en las imágenes del poder y autoridad, las mentalidades populares de subordinación"(58). Parte de esta descripción significa entender la autoridad que se construye espiritualmente por lo que entra a evaluar el autor el papel de la iglesia y el creciente materialismo artesano.

Para finalizar el capitulo el autor revisa varias de las expresiones de teatro y contra teatro, las cartas anónimas, entre otras, características todas ellas que le permiten hablar de una sociedad en que existe conflicto, este argumento en contra de los intentos de otros historiadores de identificar una sociedad de una sola clase. Plantea mas bien que es una sociedad con antagonistas irreconciliables y entre ellos grupos de clases medias "vinculados por líneas de dependencia magnética a los poderosos o, en ocasiones, escondiendo sus rostros en una acción común con la multitud"(91). En este sentido el autor propone que la "hegemonía pudo haber definido los limites externos de lo que era políticamente y socialmente practicable y, por ello, influir sobre las formas de lo practicado: ofrecía el armazón desnudo de una estructura de relaciones de dominio y subordinación, pero dentro del trazado arquitectónico podían montarse muchas distintas escenas y desarrollarse dramas diversos" (105).
El capitulo IV, La Economía «moral» de la multitud en la Inglaterra del siglo XVIII, plantea, a partir del análisis de los motines en la Inglaterra del siglo XVIII, un análisis de las motivaciones y finalidades planteadas desde sus participantes. Estas acciones populares señala el autor estaban enmarcadas en nociones legitimadoras por parte del pueblo, es decir, "operaban dentro de un consenso popular en cuanto a que practicas eran legitimas y cuales ilegitimas en la comercialización, en la elaboración del pan, etc. Esto estaba a su vez basado en una visión tradicional consecuente de las normas y obligaciones sociales, de las funciones propias de los distintos sectores dentro de la comunidad que, tomadas en conjunto, puede decirse que constituyen la economía moral de los pobres" (216). En este sentido el autor defenderá esta tesis al ver los diferentes acontecimientos que se fueron dando a propósito de la producción comercialización y consumo del pan, con lo que demuestra como las tensiones que surgen están amparadas en esta filosofía popular.

Esta postura popular la estudia el autor en contraposición con la economía política liberal para observar los diferentes matices de que es efecto. Por esto mismo va siguiendo los diferentes motines, y entre ellos las caras de sus actores, construyendo modelos alternativos de explicación este tipo de economía "mucho más complejo que el que se puede explicar satisfactoriamente por un encuentro cara a cara entre el populacho y molineros determinados, comerciantes o panaderos. Es necesario dibujar una imagen mas amplia de las acciones de la multitud" (254). Para concluir el articulo el autor plantea que "la muerte de la economía moral de abastecimiento tardo tanto en consumarse como la muerte de la intervención paternalista en la industria y el comercio. El consumidor defendió sus viejas nociones de derecho con la misma tenacidad que (quizás el mismo hombre en otro papel) defendió su situación profesional como artesano"(287).

Por ultimo, el capitulo denominado La Economía Moral Revisada es, como su nombre lo adelanta, una revisión los principales desarrollos tanto proposititos como críticos generados por al categoría acuñada en el anterior capitulo; Primero el autor hace una interesante interpretación sobre algunas de las criticas que le han hecho donde plantea que "quedan todavía algunos positivistas ineducables que, mas que discrepar de las conclusiones de los historiadores sociales, desean rechazar sus preguntas" (297). Teniendo en cuenta esta crítica, el autor planteara oros de los rasgos que han caracterizado la discusión: El debate frente a las diferentes formas de motines y otras alternativas a la protesta; La discusión que esta latente con la economía clásica y en especial con Adam Smith, recordando como su influencia no solo fue teórica sino impregnada en la practica de gobierno ingles, en especial en los lugares de gobernación colonial (Léase, india y Birmania); La economía moral además de economía como practica política, y esto se ve demostrado en los niveles de acción en este campo de los motines; El papel que interpretan las mujeres en los motines, defendiendo que no se puede construir un patrón sexista desde el cual leer la totalidad de los motines.

Para finalizar este articulo el autor propone mas aportes en la descripción de lo que es la economía moral, planteando "no es solo que existe un conjunto identificable de creencias, usos, y formas asociadas con la comercialización de alimentos en tiempos de escasez, a los cuales conviene unir bajo una expresión común, sino que las emociones profundas que despierta la escasez, las exigencias que la multitud hacia a las autoridades en tales crisis y la indignación provocada por el agiotaje en las instituciones de emergencia que representaban una amenaza para la vida comunicaban una «obligación moral» particular de protestar. Todo esto, formando un conjunto, es lo que yo entiendo por economía moral" (380).
Estos cuatro artículos extractados el libro reseñado son, a pesar e su corta extensión, una gran muestra de lo que será ese delicioso picante del marxismo cultural británico, que se levanto orgullosamente frente a la desafiante ortodoxia no solo continental sino también en la misma Inglaterra. No solo es de manera metodológica de excelente elaboración, sino que permite abrir una brecha de análisis dentro del estudio de la subalternidad pensando la realidad material de estos, pero entendiéndola en las construcciones ideológicas propias de los movimientos.
Este precisamente es una de las aperturas que da al análisis, por que no solo desmiente el hecho de que los pobres no construyen una propia racionalidad económica (advirtiendo que lo de racional es una palabra complicada), sino que demuestra como las practicas de las revueltas populares no son sino una parte que expresa los diferentes rasgos de la mentalidad. Esta mentalidad se muestra como una que no puede ponerse en el plano con los mismos valores con que se mide la mentalidad racional capitalista, es decir la que tanto defiende Adam Smith y compañía, sino que estructura propias identidades frente a la interpretación del mundo del antagonismo social en que viven. Es interesante como en este sentido, al afirmar que la economía moral también es una expresión política, el autor demuestra como en las manifestaciones populares está todo el germen de una teoría popular de estado, y esto lo afirmo por que a pesar de que no es explicito al decirlo, al hablar del paternalismo el si va planteando que los sectores populares no son tan pasivos. Esto es lo que me hace pensar que allí hay este germen; seria necesario en otros casos esbozar estos esquemas para así hacerlos evidentes.

La economía moral entonces esta presentada como una herramienta de análisis de la visión económica de los subalternos frente a sus antagónicos, y es esta interpretación la que me permite asegurar que en la historia de la humanidad deben de haber existido más de una experiencia en función de estas relaciones, y el análisis de la historia entonces debería atender en parte a la reconstrucción de estos esquemas; Digo esto por que podría plantearse, a modo de ejemplo, que la practica de los individuos en la sociedad colonial de la Nueva Granada tiene diferentes practicas económicas y políticas que están fuera de racionalidades del tipo costo beneficio, que ponen en evidencia formas de relación de este momento especifico de la lucha de clases (?) en la historia.

Pero otra de las cosas súper interesantes del análisis de el autor, es que retomando la discusión planteada por Gramsci, recoge el modelo de hegemonía para atender a una de las expresiones de estas luchas de clases. Nos muestra como al hegemonía cultural permite generar un nivel de control y consenso, pero más importante aun, es que plantea la necesidad de entender la lucha de clases en ese momento sin medirla de forma teleológica con la lucha de los artesanos o de los proletarios que vendrían después: en palabras del autor “este proceso no tiene nada de determinado ni automático” (105). Si bien plantea que la economía moral se transformaría con el tiempo y desaparecería en parte con el aparecimiento de ideologías de izquierda (como el Owenismo), le da gran importancia a las particularidades que genero por si misma. Eso me parece un gran acierto.
Por ultimo, me parece que este es el tipo de materialismo es el que sirve a los historiadores para hacer historia de los de abajo, y en parte creo esto por que tiendo a estar personalmente a gusto con sus afirmaciones, en especial la siguiente, con la que me gustaría cerrar esta reseña: "si empleamos la terminología de clase, entonces la «economía moral», según esta definición, puede ocuparse de la forma en que se negocian las relaciones entre las clases. Muestra como la hegemonía no se impone (o se discute) sencillamente, sino que se articula en el trato cotidiano de una comunidad y solo puede sostenerse por medio de la concesión y el patronazgo (en los buenos tiempos), por medio, al menos de los gestos de protección en los malos " (387-388) .

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