Manifiesto urgente por un conocimiento practico y diverso.


A continuación se presentan algunas reflexiones nacidas del trasegar por las aulas universitarias y del desencanto que genera ver reunidas tantas personas con el deseo de interpretar del mundo, que terminan no solo alejándose de la realidad sino ademas garantizando una estructura de producción de conocimiento que se cimienta en la privación de este a buena parte de la población. Aunque son muchas de ellas ideas sueltas y al final es un documento de trabajo en el cual seguramente seguiré descargando futuras inquietudes frente a propias dudas acerca del conocimiento, espero que estas ideas iniciales por lo menos generen provocación a un debate que, mas allá que las ideas expuestas hagan parte de una frustración personal, creo tocan temas profundamente urgentes en el quehacer y pensar de personas a las que no solo les interesa el conocimiento del mundo sino también su transformación. Ese empeño en el que muchos, algunos de nosotros más retorica que prácticamente, nos hemos comprometido se hace tan necesario en este momento en que la misma academia, y particularmente las ciencias sociales, atraviesan un momento en que el imperio del idealismo representado en las mas audaces posturas posmodernas y los tercos planteamientos de resistencia intelectual especialmente asociados con interminables neo de posturas neo-marxitas se mantienen realizando ejercicios intelectuales estériles alejados de la practica colectiva, no responden a la búsqueda de soluciones al conflicto social en que nos mantenemos, y por lo tanto, sustentan de facto el régimen de dominación y exclusión que reina casi en su totalidad por los diferentes rincones de la tierra.

Ojala más que un exorcismo este documento sea un punto en el tejido discursivo y en la invitación a la acción, y que encuentre no solo oídos comprensivos sino cerebros provocadores que hagan a nuestras ideas volver a la realidad que compartimos con el resto de la población y no solamente a la realidad que hemos pensado existe, pero que solo esta ahí en modelos de interpretación. En un primer momento deseo plantear algunas reflexiones frente a la producción de conocimiento en particular y el lugar privilegiado que tiene en nuestra sociedad la academia como fuente de esta producción. En un segundo momento se plantearan algunas cuestiones relativas a la reconstrucción del pasado desde una postura antiautoritaria, y aunque se toma la historia como referente, resultado de mi particular proceso de formación, creo que las ideas acá expuestas podrían servir en diferentes ámbitos y problemas de las ciencias sociales. Aunque puede verse difícil la conexión que se hace entre la critica al trabajo intelectual y la reivindicación de una forma diversa de pensarse el pasado (que también es trabajo intelectual), se ve necesario integrarlo en un mismo documento en la medida que no se esta peleando contra la construcción de conocimiento sino contra una que particularmente garantiza la acumulación abusiva de unos pocos frente a las limitaciones de vida de los muchos. En ultimas defiendo la producción de conocimiento para una sociedad libre, en que el saber no implique privación, y, el conocimiento aliviane las cargas sociales de tal forma que la mayoría de la población pueda acceder a unos básicos que le permitan disfrutar el mayor tiempo para ocuparlo en las cosas que mejor le plazcan. Como a mi una de las cosas que mas me placen es el conocimiento del pasado apuesto a una teoría científica de corte antiautoritaria, mientras sigo en la búsqueda de formas mas prácticas de aportar socialmente.

I.
Hacia una critica
del trabajo intelectual.



El conocimiento como objeto de deseo y necesidad social.


La ciencia como conocimiento objetivo del mundo debe morir. El conocimiento del mundo lo hacen seres interesados, sea como individuos o sea como proyectos de sociedad. Esto no hace inútil o imposible el intento sistemático de entender la realidad, ni mucho menos deja de ser urgente el avanzar en comprender, de distintas formas, lo que creemos es real. El dictamen de una única verdad, cimentada en autoridades o en purezas metodológicas solo puede ser mantenido por el poder de industrias editoriales que se vean reflejadas en los intereses del escritor, de medios de comunicación que promuevan visiones afines a los de sus propietarios, y por comunidades de conocimiento-poder, como la actual academia, que avalen autoridades sagradas de formas particulares de ver lo que creemos es real. Pero esta muerte no es el asesinato en general de las ansias de conocer el mundo que le rodea, materialidad que existe independiente del análisis del que investiga, sino el asesinato de los debates cerrados, de las verdades acabadas y de las autoridades del pensamiento que creen que su visión del mundo es la mejor por que no esta atravesada por debilidades políticas e ideológicas, por esos mismos que afirman con la boca llena de ilusiones que el conocimiento nada tiene que ver con las relaciones de poder que se encuentran en la sociedad, y, que no quieren aceptar que en general sus visiones corresponden a la experiencia vivida gracias a la posibilidad de pertenecer a la clase en que nacieron o a la que ascendieron o peor aun a la que quisieran pertenecer y van abriendo la puerta con el coqueteo de sus versos.

La cárcel del conocimiento académico, es decir, la especialización de la producción intelectual apoyada generalmente en el aprovechamiento del excedente social creado por los productores materiales, es un centro de reclusión del conocimiento al que pronto habrá que tirarle las paredes y fundir para siempre los barrotes que la encierra. Esta se mantiene gracias a relegar a quienes producen materialmente a su condición de artesanos, prohibiéndoles en términos prácticos su capacidad de opinar, por el simple hecho que hay profesionales autorizados para “analizar”. El asalto y final a esta cárcel, tendencia que debería seguir en general cualquier lugar de reclusión social físico o mental (penales, psiquiátricos, conventos), es necesario en la medida que mantener a una élite productora de saber lo único que garantiza es la ignorancia y desconocimiento de la realidad de las grandes mayorías ya que al constituir lenguajes extraños, teorías lejanas, esquemas complejos y faltos de accesibilidad se hace necesario que siempre se vuelva a los mismos sabios todopoderosos que por su condición de tal manejan el control de la opinión amparado en palabras altisonantes como “Análisis”, “Modelos”, “Progresión”que esconden tras de la complejidad unas explicaciones que si nos lo propusiéramos todas podríamos entender con un lenguaje más sencillo.

No por ello se está invitando a acabar con la afinidad individual con temas y formas de entender el mundo, ni mucho menos se pretende una anti-utopía en la que todas seamos uniformes sabiendo lo mismo y con los mismos intereses. Que cada cual se preocupe por el área de conocimiento que más le interese, y que en la medida de sus posibilidades y gustos se informe y comprometa con la ampliación de lo conocido en esa área. Pero la opción de la libre y necesaria exploración personal de áreas de conocimiento, sean diversas o particulares, para que sea posible como una oportunidad social tiene que basarse sobre la garantía de las puertas abiertas del conocimiento ya acumulado por sea en libros, memoria, recuerdos tradiciones y mitos. Cualquier autoridad que restringa la posibilidad de acceder a estos conocimientos -sean profesores curas chamanes o políticos- debe ser combatida como usurpadora de un acumulado colectivo. Nadie puede llamarse propietaria de lo que ha colectado la humanidad ni restringir al resto su uso.

Acabar con la reclusión del conocimiento es afirmar la existencia simultanea de diferentes formas de conocer. La tradición racional moderna ha inventado y pulido el método científico como estrategia de entender y explicar el mundo y ha demostrado que para muchos de sus descubrimientos y aplicaciones ha sido una forma de acercarse a lo real bastante aplicada y útil. Pero aunque cierto sea ello no se puede por esa “efectividad” dejar de lado otras formas no científicas de comprender y explicar el mundo que han practicado y aun reivindican distintas comunidades humanas. Hacerlo significaría mantener la prepotencia de los grandes catedráticos que creen que son los únicos que pueden explicarle la realidad al mundo, como si hubiera un mundo que los estuviera esperando afuera de sus oficinas cuando terminan sus estudios manteniendo grandes pancartas y haciendo grandes jolgorios por la verdad por fin revelada. Es precisamente contra cualquier tipo de prepotencia -académica, obispal, parlamentaria- que se tiene que levantar una reivindicación antiautoritaria de producción y socialización del conocimiento.

El conocimiento como inquietud social debe partir del reconocimiento de los conflictos de intereses que comparte la humanidad, pero así como debe reconocer estos intereses también debe estar al tanto de las necesidades sociales. El conocimiento no puede únicamente ser placentero a nivel individual, tiene que, como acto social, ser útil tanto para quienes lo hacen como para quienes lo reciben. Cuando deja de ser útil aparecen nuevas necesidades de comprensión, nuevos derroteros a conocer y nuevos paradigmas que buscar, entonces necesidad de nuevo conocimiento. En ese sentido no puede mantenerse estático, siempre es una onda expansiva y retraída que responde a las necesidades de describir el mundo. La utilidad no puede estar medida por los caprichos individuales o las percepciones bien intencionadas de quienes suponen están haciendo correctamente las cosas; la utilidad tiene que corresponder al bienestar de la sociedad en la que se vive, es decir debe responder a la pregunta: ¿hasta que punto la sociedad en la que vivo se ve beneficiada por lo que produzco?. Aunque hay que tener cuidado, no puede terminarse tampoco en la justificación de dictaduras sociales por venir, aplacadoras de la individualidad y el deseo particular. No debe ser la responsabilidad social un sufrimiento ni tampoco el único fin de la vida de nosotras. De seguro si se logra equilibrar mejor las cargas en la acción social, dejando atrás “robos-explotaciones” y “élites-mesías”, será mucho menos el tiempo que invirtamos en el cumplimiento de esta responsabilidad, y sera real la posibilidad de ocupar el tiempo libre en cuanta cosa nos de la gana, por que en ultimas la única sociedad verdaderamente libre no es aquella en la que la libertad sea garantizada solo por las posibilidades accesibles sino por los deseos realizables.

Eso que llamamos conocimiento y que en muchas ocasiones termina asociado con individuos no es más que, hablando desde lugares habitados compartidos, la acumulación racional e irracional de ideas, experimentos, vivencias y sensaciones, todas ellas experimentadas por muchas personas. Nunca un conocimiento nace innato de ideas únicas de un solo hombre o mujer. Por ello la idea misma de propiedad intelectual no tiene sentido. De hecho si ya la sola idea de propiedad es un robo, al pensarla desde la apropiación de la producción mental es más aun atraco, en la medida que quien dice que inventa algo olvida que para inventarlo tuvo que basarse en conocimientos y pensamientos de muchas otras personas. El conocimiento por lo tanto es uno de las pertenencias colectivas mas sociales que posee la humanidad en su conjunto, y todos estamos en su particular proporción colaborando en la ampliación y complejidad de este.

La academia como élite particular e ignorancia social.


Si la construcción del conocimiento es una empresa colectiva en la que todos participamos, el hacer profesional la producción y reproducción de una parte especifica de este conocimiento, avalada por la academia, en lo único que resulta es en la privación de la participación colectiva de ese conocimiento. Será el profesional un nuevo sujeto de acumulación y lo que sabe resulta oficialmente inaccesible para el resto de la población. Esta empresa de coartar la producción individual de quienes no son profesionales solo es posible en la medida que instituciones que tienen restringido su acceso a solo partes de la población certifican no el conocimiento sino la vinculación a la institución. Al final conseguir un titulo que certifique una profesión no es valido si este no está amparado por una entidad que certifique su legalidad (legalidad fundada en las mismas normas que garantizan el estado de exclusión que solo le permite a unos ingresar a las aulas). En este sentido las instituciones educativas tipo colegios, institutos universidades operan como espacios de autorización burocrática de la creación de conocimiento: no podemos olvidar que a un académico no lo hace su conocimiento sino sus títulos, alguien con un mismo conocimiento pero sin títulos no tiene el mismo reconocimiento, tal vez tiene otro pero no el mismo que socialmente se deposita a los académicos.

Esto no hace que las instituciones en si mismas sean malas o buenas, por que a las instituciones no solo las hacen las burocracias, las leyes o las normas, a las instituciones, y esto en mayor medida, las hace quienes recorren las aulas las cafeterías y los pasillos. No por ello puede olvidarse que si se quiere hacer útil, social y mutuo el conocimiento la producción y la reproducción tiene que salir de las instituciones, y esa también es una responsabilidad de quienes están en ellas. Mientras tanto quienes están afuera son responsables de ejercer libre y autónomamente la posibilidad de conocer e interpretar la realidad sin esperar que ninguna comunidad académica le autorice a ello.

A este punto alguien seguro estará pensando: ¿y acaso no son necesarios los médicos titulados. Arquitectos certificados, ingenieros autorizados y abogados que conozcan bien las leyes?, pues es dramático decirlo pero solo son necesarios para los que vivimos en sociedades obsesionadas con los títulos y no con el reconocimiento por el trabajo, los que depositamos nuestra creencia, como un acto de fe, en un titulo universitario. Cabria recordar que quienes hemos ido a las aulas sabemos que no se requiere de aprender rigurosamente los contenidos enseñados, sino ser lo suficientemente atento para aprobar las materias así sea mediocremente (vaya mierda para los que confían en los médicos que se durmieron precisamente en la clase correspondiente a su dolencia). La respuesta es no, no son necesarios las titulaciones para ser medico, los certificados para diseñar casas ni las autorizaciones para construir puentes, y válgame llamar la esencia del inexistente dios para ratificar sin tapujo que si algo no necesitamos es a los abogados, no los queremos por mas buenas personas que sean, y ojala no lo tomen a mal (podrían haber escogido otra profesión!).

Y afirmo que tales certificaciones de conocimiento no son necesarias si por una parte logramos liberar al conocimiento haciéndolo accesible a la totalidad de las personas, y por otra aquellas personas que han decidido aprender mas de algunas ciencias no demuestren su valor social por su prepotencia titular sino por su utilidad al compartir con los demás esas cosas particulares que muchas no sabemos, y a otros tantos ni nos interesa. No es necesario que alguien este titulado para que haga bien su trabajo, y no hace falta que la sociedad confíe en alguien que haga mal su trabajo. Claro que será mas útil para las sociedad que algunas personas aprovechen su tiempo para investigar y conocer mas sobre cosas que no sabemos, pero también sera más útil que todos volvamos a sentir necesario aprender conocimientos que sin buscar tan profundamente nos ayudarían a solucionar inquietudes cotidianas. Conocer más nuestro cuerpo, la naturaleza, los astros, la historia, y en general implicarnos en ser autónomos en lo posible con el saber, y autogestionarnos en lo posible las soluciones a nuestras necesidades. Seguro que en muchas oportunidades no podremos por si mismos, de hecho, por eso es que preferimos vivir en sociedad que aislados, pues en esas oportunidades en que nuestro deseo o necesidad se vea confrontado con nuestra ignorancia siempre estará la posibilidad de pedir ayuda a alguien que como nosotros seguro en otra ocasión también pedirá ayuda para algo pendiente.

Pero hay una reflexión particular, aquella que devela la condición incomoda de pertenecer a la academia para quienes queremos profundizar nuestro conocimiento y al mismo tiempo aportar en la construcción de un mundo con relaciones mas horizontales y menos jerárquicas, donde el apoyo mutuo y no la competencia sea una opción de encuentro social. Esta cuestión es la división social que se ha establecido y mantiene la posibilidad que existan algunos trabajos materiales y otros específicamente intelectuales y dentro de ellos, y asumo que buena parte de las profesiones de las sociedades post-industriales tienen otros muchos trabajos intelectuales que no son materializados por hombres sino por maquinas, trabajos que no producen como resultado mas que análisis, reflexiones, planeaciones, discursos, y en general productos completamente virtuales (aunque terminen impresos en papel y adquieran así materialidad).

Esa cuestión no es algo natural a pesar que ya lo tenemos en nuestra forma de entender como si fuera así. Esta cuestión es particular, y lo repito nuevamente, de sociedades cuyo excedente material no funciona redistribuyendo las cargas y haciendo mas equilibrada para todas la ocupación básica para producir, sino al contrario, en sociedades como la nuestra en las que el excedente es apropiado y sirve como principio de ganancia sea esta inversión o ahorro. Ese excedente inequitativamente redistribuido puede verse demostrado en el tamaño de los salarios, en la cantidad de las propiedades y en las posibilidades de acceso a bienes inmateriales que estos traen (educación, salud, entretenimiento). Cuando ese excedente es monopolizado, bien por los capitales privados o bien por el estado (obviamente el ultimo en menor proporción que los últimos), una de las formas en como se re-invierte una parte es en la promoción del trabajo intelectual, liberando arbitrariamente a personas de la producción material. Allí es donde tiene posibilidad el trabajo intelectual en nuestra sociedad, en el momento en que gracias a que quienes producen no reciben la ganancia completa de lo que elaboran y ese excedente permite tanto que unos pocos acumulen como que otros puedan liberarse de la producción y ocuparse en oficios intelectuales. Los primeros siguen monopolizando parte del excedente, los segundos aunque no monopolizamos nos aprovechamos también del excedente de quienes trabajan. Y a cambio de que? A cambio de decirles que deben pensar. Somos los sacerdotes de nuestra era, ya no defendiendo a dios y la santa madre iglesia sino al conocimiento profesional y a la santa madre academia.

Las instituciones de titulación académica, ademas de servir para normalizar en lo que se debe pensar y sentir -que es la función de la educación obligatoria básica-, cuando son de carácter superior, es decir cuando ofrecen títulos que garantizan la obtención de conocimiento especializado, son al mismo tiempo producción y reproducción de esta iniquidad: Producción por que sirven como espacios de ascenso social en cuanto la obtención de nuevos títulos por lo menos en teoría permite ejercer ciertos empleos con mejores salarios a los que se tendría sin la titulación, aumento de riqueza que no fue creada artificialmente sino que hace parte de ese excedente social nombrado; Reproducción por que casi en su totalidad quienes acceden a estas instituciones aprovechan del ahorro que sus patrocinadores (familiares o no) han obtenido, y se invierte con la idea de mantenerse en un horizonte de clase en el que por lo menos se reproduzca la anterior extracción.

Quiero utilizar un ejemplo personal para hacer mas claras estas afirmaciones. Ambos de mis padres fueron hijos de familias campesinas, y ambos apostaron a la titulación universitaria para buscar un ascenso social. Ya siendo clase media y al tenernos como hijos, nosotros ingresamos a la institución universitaria para por lo menos seguir con el nivel de vida que nuestros padres nos habían dado. Lo interesante de ello es que ni mis abuelos ni mis padres ni yo, hasta donde tengo conocimiento, quisimos en algún momento (y para hacerlo mas explicito utilizare palabras de mi madre) “hacerle daño a nadie”. Aun así, hicimos parte de una realidad social en que nosotros podíamos permitirnos cosas que buena parte de la población no podía, eso si aunque no pudiéramos permitirnos lo que los ricos de verdad si podían. La realidad de no ser quienes se apropiaban en mayor nivel de los excedentes productivos no niega el que esa apropiación garantiza la expropiación y explotación agudizada en los que producen, haciendo mas pobres a los pobres y mas ricos a los ricos. La pasividad justificada en que si hay pobreza es por que “la gente no quiere trabajar” (y esas ya no son palabras de mi mamita!) o por la suerte de haber nacido en según que cuna y aceptar que otros no hallan tenido esa supuesta suerte, esa pasividad termina convirtiéndose en omisión que es tan culpable del conflicto social como la acción descarada de los ricos buscando ampliar mas sus ganancias.

Aunque ese es mi caso, podría atreverme a afirmar que muchas de las personas que están en las instituciones universitarias comparten una historia de vida parecida, y ahora mismo asumen su responsabilidad social, como respuesta a esa formación de acuerdo con lo que nos ha convenido, que esta medida más por el buen desempeño de las profesiones que están estudiando que por el cuestionar la condición de élite que conlleva la defensa del conocimiento como profesión. Es mucho mas fácil sentirse que se ejerce bien el trabajo para el que se ha estudiado que el preguntarse : ¿debemos tener nosotros el monopolio del conocimiento?. Y solo por dejarlo claro, la condición de élite no es una exageración. Así todos seamos profesionales los puestos que hay para ocupar como profesionales son limitados. El empleo profesional como ocupación de todos es imposible, por los empleos ofrecidos como por la necesidad de que alguien siga cultivando la tierra, preparando los alimentos y manteniendo en funcionamiento la insfraestructura de nuestras vidas. No resulta extraño entonces la generalización del subempleo como expresión de profesionales trabajando en cosas “menos” calificadas que para las que se habían formando. Los que vivimos como intelectuales profesionales al final afirmamos la estructura de sociedad en donde unos garantizan la infraestructura de vida, otros gobiernan, otros acumulan y otros pensamos.

Aceptar el trabajo intelectual del que vengo hablando entonces es aceptar una estructura de distribución inequitativa del excedente social, y por lo tanto de las cargas de producción, afirmando con esto la necesidad de la explotación y la apropiación privada y monopólica como estrategia de ahorro social privatizado. Pero no solo ello; Aceptarlo es afirmar la super-especialización en la que solo unos conocen de unas cosas y la mayoría no tiene idea de lo que se habla, y esta condición lo único que garantiza es la dependencia en profesionales que tendrán mejores salarios así todos tengamos en principio las mismas necesidades básicas que cubrir.

Dime donde trabajas y te diré quien eres.


El hecho que estos insumos virtuales, y me refiero a la producción intelectual, sean después utilizados para justificar políticas estatales, de otras organizaciones sociales, políticas o económicas produce materialidad en cuanto a las repercusiones de las palabras implementadas. Si bien es cierto que cuando el autor crea lo que hace solamente es emitir ideas, juicios, imaginaciones o insensateces, en el momento en que estos insumos son utilizados dentro de la planeación de políticas, la justificación de acciones de organismos, la elaboración de pautas de funcionamiento, las palabras que eran simples pensamientos se convierten en acciones, ya no materializadas necesariamente por el autor, sino por aparatos capaces de hacer de la palabra acción. No hablo acá de la utilización no consentida de los escrito, sino hablo de la producción intelectual financiada específicamente con estos fines. Hablo de consultorías, de análisis, estudios y demás para los que son vinculados intelectuales en diferentes instituciones. Aunque no lo quieran también resulta responsabilidad de los autores esas acciones ya que al final sus ideas terminan dando vida a monstruos procreados por otros, y habría que afirmar que quien construye los insumos para justificar la acción de las organizaciones algo tiene que ver con el aparato que las ejecuta. En este sentido, hay que advertir la culpa que tendremos los intelectuales que sigamos dando insumos para mantener las organizaciones autoritarias así los insumos sean pensados para verse reflejados en políticas de bienestar para la gente; el estado que construye políticas de bienestar es el mismo que garantiza que los menos se apropien legalmente de la riqueza construida socialmente, y el mismo que primero da el pan con su mano que una ves está vaciá es la que pega para que no se coma tan rápido. Podemos decir que nosotros no somos quienes pegan, pero no negar que nuestro jefe sí lo es. ¿Si no lo hacemos nosotros sino el Estado ya no es tan malo?.

Claro, acá se toca una de las fibras mas sensibles del trabajo intelectual, y es la que responde a la pregunta: ¿quien financia a los intelectuales?. Insisto no podemos faltar a la realidad, los intelectuales en la actualidad laboran en espacios como el Estado, organizaciones no gubernamentales y organizaciones privadas de generación de conocimiento. Debido a mi conocimiento e interés personal quiero concentrarme en las universidades y dejar para otro momento el análisis de los otros lugares trabajo de los intelectuales. Cuando hablo de universidades tengo en mente tanto las financiadas con dinero estatal como con dinero privado. Para las que son privadas es mucho mas claro la filiación de los recursos, no es por esto extraño que cuando se hable de las universidades se identifique a las de la élite como las que forman a los dirigentes y grandes propietarios del futuro, mientras las universidades privadas de la clase media y las publicas forman a los funcionarios subalternos y profesionales que engrosaran generalmente las filas de las capas medias de la sociedad. En ultimas los intelectuales que participan de la formación de profesionales según en que lugar lo hagan garantizan y ratifican esta generación de mano de obra calificada conforme a las necesidades de las estructuras sociales y las condiciones propias de dominación. Así que, por más objetiva que sea la formación que se imparte, la realidad es que la sola condición de darla apoya las estructuras existentes de división social. Y acá no quiero negar la buena intención de la intelectualidad crítica que desde sus posturas incitan a los próximos profesionales a asumir una responsabilidad social en el ejercicio de sus trabajos, solo que esa responsabilidad estará mas enmarcada en la ética de hacer bien el trabajo -sin cuestionarse la esencia misma del trabajo asalariado=alienado que se hace- y en la medida de lo posible asumir una postura solidaria con los sectores menos favorecidos para que mejoren su condición – sin cuestionar la estructura en la que la distribución inequitativa del trabajo y de los excedentes sociales son la base de funcionamiento-, es decir formando buenas personas para que sigan viviendo en un mundo de mierda.

Vale, pero una cosa es el trabajo intelectual desde la condición pedagógica, pero otra es la de producción de conocimiento. Manteniendo la mirada en la universidad, aquel sacrosanto centro que es mágicamente una burbuja alejada de la realidad, nos encontramos con que los intelectuales que hacen parte de estos centros mantienen un orgullo de independencia por que pueden valerse de la libertad de cátedra y de producción intelectual que les garantiza que puedan investigar y decir lo que quieran mientras tengan una silla en este recinto. Habría que recordar que muchos ya han descubierto que esa libertad esta relativa a la posibilidad e acceder a recursos para llevar a cabo las investigaciones, recursos que son asignados no de acuerdo con los intereses de quienes investigan sino de acuerdo a los planes de distribución de recursos que tengan las burocracias que financian, las cuales según sus intereses privilegiaran lineas de producción de conocimiento. Pero bueno, se me dirá que soy demasiado negativo y que tampoco es cierto que siempre se impida la investigación independiente a los intereses de quien reparte los recursos. Vale, cedo parcialmente en este punto y me voy a poner en el lugar ideal de ver las universidades como espacios plurales de generación de conocimiento, y por lo tanto lugares donde no solo se puede generar conocimiento independiente sino ademas crítico con las estructuras sociales; ¿ya con esto estaría todo solucionado?, no falta darle tantas vueltas al asunto: no.

Y no esta solucionado el problema por que en el caso que sean universidades privadas el acceso a ese conocimiento independiente y crítico está limitado por la misma posibilidad de acceder a la universidad, y acá me refiero al carácter específicamente económico de esta limitación. Pero para el caso de las universidades públicas aunque pareciese suficiente con la posibilidad de acceso -y esto es retorico hasta que no halla una cobertura al 100% y no por debajo del 20 como lo es en la gran mayoría de los países latinoamericanos-, y obviando los altos niveles de deserción por la incapacidad de mantenerse solamente estudiando, aparece un problema mayor y es la esencia misma de estatal de las universidades llamadas públicas. Quien trabaja para el estado abala no solo que se eduque sino también que se castigue, que se amplíe el conocimiento pero que este siga siendo monopolizado en su utilización por unos pocos. El estado no es uno cuando produce bienestar y otro cuando garantiza la propiedad monopólica improductiva, no es uno cuando se preocupa por la educación y la salud y otro cuando defiende legalmente la explotación. Es el mismo estado el que focaliza los recursos para hacer menos pobres a los pobres y al mismo tiempo reprime a los menos pobres que pelean por condiciones justas de vida. El estado es un paquete completo, lo bueno y lo malo, eso es el estado, de hecho sin lo uno no existiría lo otro. Es la tensión entre la coherción y la búsqueda democrática del consenso, es decir es el que golpea a la misma gente que trata de convencer que le respeta por su participación. No es una contradicción, es una estrategia de organización social en la que se mantiene la dominación de unas pocas personas gracias al monopolio de la fuerza sobre el resto de la población, garantizada con el discurso democrático inclusión, mientras legaliza y sustenta con su fuerza la condición de subordinación para la mayoría de personas: trata de mantener una postura publica de juez social cuando realmente es el verdugo de las mayorías

Esta situación provoca una condición ética que hay que evidenciar: Trabajar para el estado es legitimar la existencia del estado, y legitimarlo es afirmar la necesidad de una autoridad artificial que no media entre los ciudadanos sino que garantiza el privilegio de unos a costa del trabajo de las mayorías. Radical, tal vez, pero como diría una cantante: simplemente real. Ahora que quienes decidan mantener su vinculación con el estado y confíen en la posibilidad de jugar con el monstruo e incidir en su devenir desde adentro lo hagan pero en su mente debe estar presente esa cualidad inevitable del estado. No veo por que juzgar a muchos compañeros, colegas y amigos que sé están con las mejores intenciones vinculados a las universidades públicas sin antes reconocer que su participación esta atravesada por un compromiso de transformación, y anhelaría ver mis palabras contradichas por su acción revolucionaria en las aulas si eso implica una transformación de las estructuras sociales. Algunos decidimos dejar de confiar tanto en la academia universitaria estatal de la misma forma en que antes ya desconfiábamos de la privada.

Evidentemente desconfiar y hasta evitar la universidad como táctica para no legitimar al estado no va a acabar con él, ni con la institución universitaria ni mucho menos con la estructura de producción elitista de conocimiento, pero si aporta a desmitificar lo establecido como única forma de ser de la cuestión humana. No podemos seguir justificando que esta forma de producir conocimiento es inevitable en la medida que es la única forma de conseguir recursos para la investigación, que no es mas sino afirmar que la única forma de construir conocimiento es efectivamente aprovechándose del ahorro social obtenido mediante la recolección coercitiva realizada por el estado. Quienes disfrutamos con el deseo de construir conocimiento y creemos al mismo tiempo en hacer de las relaciones sociales ejercicios más horizontales es el momento de afirmar la necesidad que el conocimiento vuelva a ser público, que tanto su producción como su acceso sea posible para cualquier persona, y esto solo sera posible creando nuevos espacios de conocer, saber y hacer. Al final alguien mas que nosotros debe encontrarle utilidad a lo que conocemos. Una respuesta inmediata que solucione esta necesidad es inútil en la medida que no sea practica, y solo será practica en la medida que quienes lo deseemos asumamos una militancia social mas allá de la contemplación y análisis de la realidad. Si funciona alguien más ya lo contara.

Las ventanas abiertas a la realidad.


No hay que decirse mentiras, y menos cuando se buscan cambios. Las instituciones académicas que se critican no van a caer por el ácido de la critica o la frialdad de la mirada. Tampoco los que hacemos parte de los mundos académicos vamos a aceptar cambiar de golpe nuestras profesiones, por más convencidos que estemos de la necesidad de acompañar al ejercicio intelectual con otros oficios productivos, volviendo al ejercicio intelectual al uso publico y no solo limitado a los análisis de guetos. Posiblemente muchos no podamos hacerlo tampoco de golpe en la medida que no sabemos otra forma de ganarnos la vida, y en el peor de los casos nuestra paciencia y disposición es tan poca que no nos interesa arriesgarnos a perder la comodidad ya adquirida. También es cierto que por más valentía hay una realidad que marca en el mundo laboral tal precariedad que para muchos pensar arriesgar un empleo-profesión sin tener siquiera idea como poder comer al siguiente mes es tan fuerte que nos parece irreal la opción. Cierto es, igual que las cuentas no dejaran de llegar por mas desacuerdo que estemos con ellas. Asumir una postura coherente desde la práctica resulta difícil, y por más compromiso que se tenga son claras las condiciones de vida a las que llegamos a existir, y aunque las queramos cambiar ellas están ahí.

De hecho, hay que ser conscientes que esta critica solo puede ser materializada con la transformación entera de la sociedad, con un viraje ético por parte de sus integrantes de las prioridades, volviendo a encontrar importante la reflexión propia no delegada a comunidades externas, asumiendo que los ejercicios de la política, el conocimiento, la economía, la cultura y todos en general deben hacerse de forma directa ya que la intermediación en la acción social lo que genera son posibilidades de dominio, afirmación de grupos gobernantes, mecanización de aparatos que defiendan con mayor énfasis los intereses de unos pocos, es decir lo que vivimos en nuestras actuales sociedades del estado de derecho democrático.

Aun así debemos y podemos hacer mucho; Primero que todo afirmar la necesidad de critica a lo establecido, así en momento solo seamos zumbidos molestos pero soportables, el ejercicio de la critica es el inicio de la transformación; de zancudos nacerán cóndores. Pero la retorica simple no es suficiente: es urgente que quienes nos hemos cultivado únicamente en ejercicios intelectuales busquemos oficios mas prácticos que en su momento puedan aportar a distribuir de una forma mas equitativa la producción del sustento social. Aprender oficios, aceptar que si podemos hacer otras cosas además de lo que ya sabemos, y que podemos encontrar placeres diferentes con ello. En el mejor de los casos podemos atrevernos a combinar nuestro oficio intelectual con oficios materiales, que aunque inicien como un hobby vuelvan paulatinamente al intelecto el real hobby, no por que este sea menos importante sino por que debería ser parte de nuestro tiempo libre y no de nuestro tiempo de producción social.

También podemos aprovechar nuestra postura critica para provocar en los diferentes espacios en que participamos esta misma reflexión, proponiendo a compañeros afines y no afines e inundando paredes, revistas, tableros, auditorios, cafeterías con este virus, no solo manifestando sino haciendo visible en practicas que le quiten legitimidad a esta jerarquía improductiva, haciendo de la autoridad que nos inviste un sarcasmo, buscando que con el cinismo y la gracia se le pierda el respeto al manto sagrado de la institución. Dejar de tomar tan en serio la profesión es dejar la pregunta abierta de cuales son y cuales deberían ser las prioridades de la sociedad. Los actos de rebeldía aislados son actitudes de adolescentes buscando su identidad, pero los que son constantes nos pertenecen a quienes queremos cambiar de pies a cabeza la realidad. Al final la autoridad del conocimiento lo dará su utilidad y no el reconocimiento personal que tengamos frente a los otros.

No por esto debemos caer en satanizar la producción intelectual, sino buscar su transformación, promoviendo formas no autoritarias y espacios más públicos de producción , medios mas accesibles y lenguajes mas cercanos; nuestros lenguajes tendremos que desnudarles y volverlos a vestir con el ropaje popular que utiliza la boca y oídos de la mayoría de la gente. Aprovechar lo que ya hemos aprendido y pensar como podemos hacerlo útil en círculos no académicos, como el conocimiento que de forma privilegiada poseemos puede dejar de ser privado solo para nosotros. Para quienes nos resulte importante el conocimiento que se ha producido en el ámbito académico es necesario liberarlo de esa cárcel y volverlo posible para encontrar y utilizar por la mayoría de la gente. Insisto en que no es renunciar al conocimiento lo que propongo, y por lo tanto hay que seguir creando desde nuestras inquietudes, pero también abriendo nuestros oídos a las inquietudes de quienes no son como nosotros. Antes que un llamamiento a la tolerancia cristiana, a lo que se grita es afirmar la diferencia humana como una posibilidad y no una dificultad, diferencia como una actitud posible sin que se de cabida mundos homogéneos que produzcan sociedades totalitarias. Diferencia que entre en conflicto, que sea madre de consensos pero que este dispuesta a respetar disensos.

Una de las formas que he decidido para afirmar la diferencia se encuentra en la reconstrucción del pasado, como excusa para mi experiencia intelectual. Y es así por que re-descubrir el pasado como una historia de conflictos entre diferentes posturas de mundo es remover la idea de una evolución mágica de la humanidad. Descentrar la historia de la obsesión totalitaria de leer el pasado vinculado a las historias de las naciones, los estados y no vinculada a la historia de las personas, de los muchos, es ver nuestro presente también como una construcción plural. Al mismo tiempo que se afirmar que el pasado no es homogéneo ni estático, que en el participaron los grupos sociales que hasta hace poco no tenían historia, que ha habido conflicto entre clases, que ha habido hipocresía con los poderosos, afirmar eso para el pasado es estar afirmándolo también para el presente. Investigar y producir conocimiento de las sociedades y los grupos subalternos en el pasado como actores sociales, es afirmar que los grupos subalternos que vivimos en el presente somos actores, y que como tales podemos decidir también el rumbo de nuestra historia. Por eso es que encuentro necesario aportar mis reflexiones para quienes dentro o fuera de la academia quieran defender esta interpretación.

II.

Hacia una metodología
para el estudio del pasado
desde una postura antiautoritaria


La reivindicación del método.


La ciencia como conocimiento sistemático y riguroso del mundo debe sobrevivir. La utilización de un método hipotético, en donde se establezcan preguntas de investigación que busquen responder lo que se cree que paso con los datos empíricos referidos a nuestro problema, no solo es una forma útil sino practica de conocer el pasado. La posibilidad de encontrar mediante el método una descripción del pasado y una explicación de lo acontecido existe, aunque ella no sea la única, la mejor o la correcta. Digamos de forma familiar que para muchos es nuestra consentida. Aun así, otras formas de conocer el pasado son posibles y hay que estar atentos a las intuiciones que nos puedan sugerir para nuestro objeto de estudio. Pero de otras formas hablaran quienes las utilizan. Por ahora ratifico la posibilidad de conocer metódicamente, construyendo certezas frente al pasado que por no ser leyes inamovibles pueden irse transformando en la medida que conozcamos mas o interpretemos diferente.

La afiliación política-ideológica no puede ser una excusa para la falta de rigurosidad en el intento de conocer y explicar el mundo, mas aun aquellos que utilizamos el método científico como forma de conocer la realidad. Aunque por principio se ataque el positivismo por su intento de objetividad y de distancia prudencial con la realidad, no se puede desconocer el llamado que hace a la búsqueda estricta de conocimiento de la realidad. Liberarse del positivismo solo es posible partiendo de reconocer que quien investiga tiene ideología y por lo tanto se posiciona así sea llamando a su neutralidad (que muchas veces esta mas puesta a la derecha que a la izquierda del escritorio de trabajo). Para nuestro caso, aceptar que existe intenciones para construir el conocimiento es prever interpretaciones diferentes de problemas distintos. Darle muerte al monstruo de la verdad inamovible solo es posible aceptando que como humanos podemos debatir, llegar a consensos o afirmar disensos. Esa posibilidad de discernir radica en estar dispuesto a que alguien interprete algo contrario y que, en cuanto no termine la discusión en una imposición, es posible pensarse el conocimiento colectivo.

La verdad no existe como una entidad acabada, por lo mismo las leyes no son útiles mas que como herramientas de trabajo para comprender la realidad hasta el momento en que aparecen refutadas por evidencias o explicaciones que permiten entender mejor lo que se investiga, por lo tanto la ciencia antes que buscar la construcción de dogmas estáticos lo que debe plantearse es modelos explicativos útiles hasta el momento que aparecen nuevos que resultan mas útiles. La verdad por la verdad en si misma no nos interesa, la verdad solo interesa cuando explica lo que se quiere conocer, cuando no lo es deja de ser atractiva. De la misma forma los modelos teóricos pueden ser útiles para describir o explicar de forma abstracta estructuras y relaciones sociales pero, como la verdad, solo sirven en la medida que expliquen la realidad que analizan, y son inútiles cuando tratan de moldear la realidad por la teoría en si misma.

Cuando hablamos de las sociedades humanas la teoría debe atender a reducir la complejidad que nos presenta la comprensión de lo que aconteció, y aunque una de las formas de describir y explicar es buscar las causas de las cosas es necesario tener cuidado cuando se formulan las relaciónes causa-efecto. En principio, por que muchas veces tendemos a explicar las causas desde los efectos lo que nos hace caer en teleologías, es decir, en determinar por los resultados las relaciones del proceso previo, lo que termina siendo más una justificación por el hecho final en si mismo que la explicación de como resultaron una serie de relaciones materializadas en un momento de corte. Para ser más claro hay un ejemplo que permite observar uno de los ejercicios teleológicos por excelencia en la reconstrucción de los procesos históricos modernos: El estado.

Uno de los vicios más recurrentes de las visiones evolucionistas sociales, propias de idealismos que fundan la legalidad de origen del estado, ha sido entender el pasado como una ruta civilizadora en la que el estado es el punto más alto de organización social. Es decir, el estado se ve desde esta lectura como una situación inevitable dentro de los procesos humanos, dándole sentido a la evolución humana en la medida que las diferentes etapas precedentes a las sociedades estatales fueron escalones en los que fue ascendiendo el hombre hasta lograr llegar a la meta perfecta. Lo interesante es que estas lecturas normalmente escogen solo algunas de los acontecimientos y de los participantes de ellos, desconociendo usualmente conflictos, diferentes proyectos de sociedad, apuesta plurales desde donde se ve lo social. El estado como producto histórico, y según el lugar y momento particular del que se este hablando habrá que matizarlos, ha sido el resultado del conflicto social y encarna en si mismo la victoria de algunos de los habitantes del territorio de su circunscripción sobre el resto, la consecución de la hegemonía normalmente se ha establecido por los que han logrado imponerse como los más fuertes y han logrado construir un consenso social al rededor de su dominio, consenso al que el resto de la población lo apoya, resiste o simplemente ignora concentrándose en su día a día.

Para buscar certezas en el pasado hay que partir de cuestionar la forma en que se ha enseñado la historia. La única forma de organización social no ha sido el estado, y debe abrirse la posibilidad de afirmar otras formas de organización social que hayan sucedido. La historia no puede medirse por la teleologia de la formación del estado, ni mucho menos de la evolución hacia la civilización capitalista individualista del siglo XIX y XX. El pasado no ha sido un requisito para el presente. El pasado no necesariamente tiene que explicarse por la consecuencia de los procesos, aunque sea el devenir de algunos de esos procesos los que hayan marcado el presente. El pasado no solo existe por el resultado, y no puede pensarse en la historia como una sumatoria finalizada.

La otra salvedad por hacer está referida a los ámbitos de análisis y la búsqueda de complejidad. El conocimiento de las sociedades se ha enseñado de forma parcializada, no en el sentido limitado sino en el sentido de parcelas, propio de la estructura moderna en la que se ha buscado dividir en diferentes ámbitos el conocimiento como estrategia para especializar e investigar profundamente. Lo que tal vez no se esperaban quienes afirmaban la necesidad de esta división metodológica es que las ciencias sociales al amanecer del siglo XXI existiera como una serie de parcelas que analizan la realidad de forma particular y desentendida con las otras áreas, casi por completo desconociendo entre unas y otras lo que hacen los vecinos de los otros terrenos. A la historia, en particular, le viene pasando que dicha parcelación la tiene también dentro de su disciplina: a los historiadores económicos poca gracia les hace la historia cultural, y a estos últimos muchas veces no les preocupa la historia política, y a quienes les interesa la historia política muchas veces terminan ignorando la historia social. Esto no solo ha hecho que se generen unos lenguajes super-especializados en cada una de los ámbitos sino ha puesto de forma tacita la afirmación que defiende se pueden analizar a las sociedades del pasado solamente interesándose por uno de sus ámbitos, desplazando la complejidad social quien sabe si a los análisis filosóficos. Si bien esta forma resulta una metodología apreciable, ya que puede desintegrarse en ámbitos el todo como una metodología para organizar el análisis, se ha perdido el horizonte de la totalidad social, afianzando los determinismos en los que se analiza el pasado colocando el peso de las causas en un solo ámbito.

Es la hora de volver a la idea de hacer una investigación y análisis de las sociedades partiendo de modelos más complejos de interpretación que aporten desde diferentes ámbitos a la descripción y explicación de las sociedades. Esta apuesta radica en identificar los procesos como resultado de múltiples variables y por lo tanto multi-causales, superando determinaciones particularistas en el camino de aprehender las características generales, y en la medida de los posible especificas, de las sociedades en estudio. Como un ejemplo de lo que no se comparte, se puede recordar los planteamientos que miran la historia de las sociedades como análisis de las condiciones materiales en que se han producido estas, y más aún desde las formas básicas de sustento del hombre, es decir desde su ámbito económico; Para muchos de los historiadores económicos lograr establecer las variables de relación entre factores económicos en un momento dado es el objetivo final de su trabajo; Para otros menos liberales las relaciones humanas establecidas alrededor de las condiciones económicas son lo fundamental, concentrándose en los análisis de clase. Unos y otros olvidan que el hombre no solo opera por la búsqueda del sustento, y que no todas las identidades y motivaciones nacen de lo que se quiere consumir materialmente.

Aunque es cierto que las condiciones materiales definen lo que la gente piensa, en la misma medida que, lo que la gente piensa transforma las condiciones materiales, no es el momento de caer en el juego del huevo o la gallina buscando que es primero. Las matemáticas aunque pueden servir para comprender las relaciones lógicas no siempre pueden servir para entender las relaciones humanas. No siempre son lógicas, o no por lo menos matemáticas. Entender la vida humana no es tan simple como plantear que tanto por ciento afecta la materia y que tanto por ciento la creación mental. Más es necesario plantearse interrogantes ambiciosos y plurales, que combinen diferentes ámbitos de la vida humana y con ello disputen la comprensión de la realidad, así lo que se logre sean certezas y no verdades, así sean hipótesis de trabajo. Las condiciones materiales no solo tiene que ver con las necesidades entendidas como las naturales, también debe tomarse como parte de lo que afecta al hombre las necesidades creadas. Las personas no operan únicamente por sus necesidades sino también por sus deseos, donde están buena parte de las motivaciones necesarias. Para analizar ello hablaríamos de la economía del deseo, de la economía cultural, de la economía moral, integrando nuevas variables no estrictamente materiales al análisis de las sociedades.

La multiplicidad de estos deseos determina la pluralidad de proyectos en el pasado. La diferencia es una marca natural al hombre, y la única forma entender la complejidad es partiendo de comprender este principio. Las sociedades no son estáticas, ni homogéneas. La homogeneidad nace en su mayoría de veces de ejercicios de dominación. Siguiendo este esquema y para ejemplificar la necesidad de ver diversidades, podría hablarse de hacer realtivo de los mitos de fundación de los estados nacionales, todos ellos basados en la estandarización de ideas particulares de organización social, de identidad social y experiencias culturales. Cuando los territorios entran en la dominación estatal suele crearse el mito de la nación, es decir, el mito de una cultura compartida: Inicia con la idea de una lengua compartida partiendo de hacer extrañas al resto de las utilizadas por la población, sigue con la construcción de mitos compartidos en el pasado, situaciones fundacionales que representan normalmente lo que la élite quiere recordar, usualmente de cuando lograron garantizar su hegemonía; a esto le siguen bailes tradicionales, comida tradicional, y una serie de construcciones culturales que en un principio no significan nada para la gran mayoría de la población, pero que a punta de repetirse el discurso lo hacen reconocido: bien dicen que las mentiras que se repiten mucho se convierten en verdades.

Si se quiere descubrir la diversidad debe leerse los procesos políticos en que se generaron estos mitos y develarse los intereses de clase, corporación, familia o individuos que están detrás de ellos, las situaciones particulares en que se logró identificar los intereses particulares como los intereses de la totalidad de la población que vive en un territorio dominado. Afirmar la diferencia como factor de acción humana redibuja las fronteras territoriales, y relativiza el papel de las adscripciones administrativas que se hicieron legales tras la imposición, es decir, desde el ejercicio de la dominación por la disuasión de la fuerza que es el real origen práctico del estado, y permite entender la acción de los hombres sobre el espacio como una construcción de territorios de acuerdo a cartografiás particulares de intereses, necesidades, deseos y esperanzas.

Solo aprovechando este reconocimiento es que se puede apreciar a la diversidad no como cuestión de efectividad, no se le puede medir por su capacidad de imposición y permanencia en el tiempo-como si sucede con el estado- y por lo tanto se debe re-descubrir en el pasado los proyectos de vida apostados por los grupos subalternos donde bien muchos tendrán que ver con la historia oficial-estatal-élite pero otros estarán en cambio relacionados con experiencias calladamente aparte, algunas de manera hipócrita funcionales, otras más arriesgadas alternativas y hasta algunas de resistencia y de emancipación.
La historia de la gente sin historia

La historia de la humanidad ha estado atravesada por formas diversas de resolver la organización al momento de asociarse (¿como vivimos con más gente?), de definir la distribución de las cargas sociales (¿como organizamos el trabajo?) y el destino de los excedentes sociales (¿a quien corresponde la riqueza?). Estas formas diversas no solo se han dado en distintos momentos sino incluso de manera simultanea en pasajes particulares de la historia, donde existieron diferentes formas de asumir estas cuestione incluso en un mismo territorio construido colectivamente. La historia de los últimos cinco siglos, por no ponernos tan pesados hablando de milenios, ha tenido igual diversidad y complejidad en su devenir, marcada por la búsqueda obsesiva, liderada por parte de las que lograron constituirse como clases dominantes en cada uno de los territorios, de una dominación tan férrea, una acumulación del excedente social, y una comodidad a costa del trabajo de los otros tan descarada, que se agudizaron los conflictos sociales y con ello la necesidad de fortalecer mucho mas su dominación bien sea por la fuerza o por el engaño. Parte del engaño que han reproducido sistemáticamente ha estado en la forma que patrocinaron y enseñaron el pasado poniéndole mayor énfasis a sus supuestos logros y a las características de sus proyectos particulares, diversos según los diferentes intereses de los distintos grupos sociales que componían el bloque hegemonico que dominaba. El resultado de esta forma hegemónica de memoria ha sido la casi completa ausencia histórica del resto de la sociedad que de facto se encontraba subordinada a su control. Por eso es que los subalternos han carecido de historia, no vivida sino recordada.

Como esa larga duración de la exclusión se ha mantenido hasta nuestros días, que solo por no hacerla tan eterna la asociaremos con la existencia misma del sistema capitalista sin por esto querer decir que antes no existía dominación, buena parte de la amnesia del pasado de nuestros ancestros excluidos la hemos heredado en el presente los subalternos que vivimos el actual conflicto social. Allí es cuando el ejercicio de la memoria, aunque sea una memoria a larguísimo plazo, es parte de asumir un rol activo dentro del conflicto, ya que conocer el pasado es no olvidar la rabia y resignación que se ha mantenido por años de explotación, miseria y exclusión. Construir la historia de los subalternos del pasado no es un acto pasivo de recordar , es una forma activa de entender las causas y procesos de nuestra actual condición de subordinación. El pasado desde esta postura no es un cuento de cama, es la explicación pendiente de la subordinación que hemos heredado. No solo somos hijos de nuestros padres de sangre, también lo somos de nuestros ancestros excluidos, de sus acciones y omisiones, de sus luchas y derrotas, al final es a ese conflicto social del pasado al que debemos también nuestra condición actual.

Pero no solo es la historia de una derrota; recordar el pasado es también hacer memoria de las felicidades cotidianas, de las pasiones asumidas, los deseos ejercidos o reprimidos, los amores y los desengaños. No puede hacerse una historia privilegiando solo la lucha social, la resistencia o la resignación, también debe atenderse al resto de la vida que aunque inmersa en el conflictos social, mantenía prendida la esperanza de los hombres y mujeres en el pasado. Aunque podrían ser bagatelas, no lo son cuando no se toman ni en si mismas ni de forma aislada, sino cuando se comprende que los seres antes y ahora somos una multiplicidad de condiciones y expresiones de vida, y es solo buscando entender esta complejidad lo que puede permitirnos explicar muchas de las actuaciones o omisiones de los actores subalternos en el pasado. Así podremos liberarnos de la idealización fácil de los subalternos por si mismos, por que seguramente muchas de las cosas que hacían y pensaban no las encontraremos de acuerdo a lo que pensamos actualmente. Si bien lo que queremos al averiguar el pasado es entender nuestro presente, tampoco podemos seguirnos por la angustia que significa nuestra posición subalterna, ya que aunque muchas de las explicaciones de esa condición están en nuestro pasado, otro tanto están en las relaciones particulares que vivimos en la actualidad, las formas especificas del conflicto social en un momento definido de la historia que vivimos, es decir el presente.

No por esto excluiremos de nuestra inquietud los procesos sociales que no afectan directamente en su devenir a nuestro presente. El aprender de otros pasados no lo estudiamos solo por utilidad, lo investigamos por la curiosidad de ver como en otras latitudes y tiempos vivieron y experimentaron la vida los subalternos. Aunque no nos expresen causas de nuestra condición si nos alientan a ver formas plurales de vivir el pasado, posiblemente muchas de ellas realizadas en sintonías diferentes, haciendo que nuestras racionalidades individualistas se vean sorprendidas por otras basadas en principios de solidaridad y el apoyo mutuo permitiendo ver la asociación social nacida por motivaciones diferentes a la competencia. O tal vez no, tal vez mucho mas crueles y macabras, pero aun así apreciables para tener puntos de comparación

Metodológicamente es necesario pensar que la reconstrucción del pasado en general depende de fuentes de información que den cuenta de lo que sucedió, y esta es una de las limitaciones más fuertes con la que nos rencontramos en el camino de reconstruir la memoria. A excepción de la memoria oral que en el pasado mas inmediato nos puede permitir acceder directamente al testimonio de los actores subalternos, poca o casi nula ha sido la documentación dejada directamente por los subalternos en el pasado que nos permita hablar de ellos. Las fuentes tradicionales con las que se ha reconstruido los procesos del pasado casi en su totalidad pertenecen a una producción de la élite del pasado, y en ellas es sistemáticamente desconocido el subalterno como actor social, y por lo tanto dejado fuera de los registros. Aun así, dentro de estas fuentes encontramos información selectiva en archivos policiales, judiciales y punitivos en general, en la medida que en ellos se guarda el registro de aquellos que retaron, consciente o no, la normalidad de las relaciones sociales y atrevieron a asumir posturas ilegales. Otra tanto se encuentra en información privilegiada en quienes al acceder a espacios letrados lograron describir situaciones y condiciones de sus congéneres. Pero en su mayoría las fuentes oficiales resguardan información dispersa y limitada a la visión de la élite sobre la experiencia de vida de los subalternos. Aunque consigamos información importante, es urgente encontrar nuevas fuentes distintas a las tradicionales para superar las limitaciones que se plantean y acceder a más información sobre su pasado.

Una parte de estas herramientas las encontraremos en técnicas y métodos aplicados por análisis geográficos y arqueológicos para la recolección de la información que permiten acceder a nuevos datos bien sean estos de la relación de los hombres con su espacio o de huellas plasmadas en su cultura material. Una de las tareas que tenemos quienes aun estamos en la academia y tenemos acceso a este conocimiento es la traducción al lenguaje popular y la restitución de la academia para la sociedad de los métodos técnicas y tecnologías apropiadas para la obtención de esta información. Pero no será suficiente con nuevos métodos, es necesario avanzar también en la formulación de nuevas preguntas y de nuevos enfoques de investigación que estén atentos a exprimir del pasado lo necesario para hacerlo comprensible y accesible en el presente. Abriendo estas nuevas ventanas podremos apreciar desde nuestra razón el pasado.

Por la memoria y la revuelta.

La razón moderna solo es resultado de la hegemonía de un proyecto de entender el mundo. Ese no ha sido ni el mejor proyecto ni el único y mucho menos el final. Ha sido la forma predilecta en que se ha organizado las ideas que se tienen frente al mundo y que pretenden explicarlo, pero para que exista una forma predilecta tiene que haber quien la escoja y la promueva y no se puede dejar de pensar que la razón moderna y la estandarización mental que atravesamos solo ha sido posible por los procesos de colonización y mundialización obligada que siguió el mundo desde el proyecto moderno que zarpo de los puertos europeos en el siglo XV. Este es el momento de afirmar que la razón moderna no es la única forma de entender el mundo ni la mejor, y de hecho la misma razón moderna no es una sola. Entender las diferentes fuentes, tendencias, identidades que se han construido en la modernidad así como valorar otros intentos de comprender el mundo fuera de esta razón es parte de la obligación de cualquier persona que se interese en el pasado debe proponerse. Si se quiere entender la actuación de las personas es necesario este llamado a las múltiples visiones, a la pluralidad de vistas, a la búsqueda humana del conocimiento, es decir a la búsqueda diversa y práctica de entender el mundo vivido y las relaciones tenidas en el tiempo que hemos habitado este planeta.

La descripción y explicación del pasado no nos hará libres, pero si alimentara nuestra forma de entender el mundo dándonos herramientas, esperanzas y nuevos sueños con los cuales soportar el mundo que vivimos, y llenarnos de ganas para en algún momento dejar por un rato los libros cerrados y atrevernos a cambiar nuestra realidad. La condición subalterna no puede ser una maldición eterna, y solo podrá ser superada con el trabajo activo y consiente de quienes en este momento pertenecemos a estos grupos. La historia es una excusa para resistir, pero la realidad es una excusa para vivir; ambas excusas son del mismo color solo que quedarse en la primera es olvidarse de la necesidad practica de asumir el presente, y ahogarse en la segunda es negar la experiencia precedida, repetir errores, olvidar esperanzas. Los historiadores no existen solo para entender el pasado en los libros sino para transformarlo en las calles.

No importa que tras estas palabras se acuse de post-modernidad relativista a las intenciones de acabar con el conocimiento como un privilegio, solo importa que quienes acusan de revisionistas a los instigadores de esta des-jerarquización una mañana, al tomar tranquilamente su café, vean en los titulares de la prensa que las cosas están cambiando y que pronto se quedaran sin trabajo... en la noche llegaran tal vez preocupados a ver en la televisión si aun pueden seguir viviendo a costa de la ignorancia de los demás. El día no llegará, el día se esta haciendo.

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